Aquella pregunta deviene un montón de veces a nuestra mente, por diferentes circunstancias. Sin embargo, la pregunta ¿Qué voy a hacer con mi vida?, en muchas ocasiones nos distancia de lo que realmente somos o queremos ser.
Generalmente el establecimiento del proyecto de vida (ya sea laboral, académico o en otro campo) se ha vuelto una imposición (o auto-imposición) alejada de nuestro ser, de lo que realmente somos y deseamos.
El hacer
cualquier tipo de actividad, implica un proceso cognoscitivo,
inherente a nuestras emociones y sentimientos. Esto es, cuando desarrollamos
una actividad somos alguien, un
alguien que va más allá de la tarea que estamos ejecutando.
Aspectos como el consumismo, el capitalismo y
las desigualdades económicas. La precariedad laboral en ciertos países, el
abuso de poder, los bajos sueldos, entre otros aspectos, como el miedo de no
poder suplir nuestras necesidades básicas y junto con ello, no poder satisfacer
ciertas demandas, nos ha llevado a olvidar nuestro ser.
Somos seres vivos, con sentimientos y deseos,
con temores y frustraciones, seres atravesados por una estructura social. Seres
que a veces actuamos en piloto automático, a veces como máquinas, a veces
dejando de SER. ¿Se nos olvida sentir o ignoramos lo que sentimos?, ¿se nos
olvida desear o nos creemos sin salida frente a ello?, quizá tenemos miedo de
asumir lo que sentimos, teniendo presente la responsabilidad que implica
generar cambios en nuestras vidas, quizá existen muchos obstáculos para
alcanzar lo que realmente deseamos.
Los obstáculos pueden ser de muchas índoles
(emocionales y relacionados con nuestro contexto social). Por ejemplo,
sentimientos de insuficiencia, miedo a defraudar a ciertas personas, las
demandas sociales que asumimos y/o las responsabilidades económicas.
El sentido de vida no debería de separarse de
nuestras proyecciones de vida. Sin embargo, todo lo que hacemos a diario, no
nos tiene que generar felicidad continua, eso sería utópico, pero por lo menos
si debería de permitirnos el tiempo y el espacio de sentir-nos. Sentir-nos
vivos, ser conscientes de nuestra existencia, saborearla, olerla, atravesarla
por el cuerpo, acogerla, más allá de los pequeños lapsus fantasiosos.
Esto implica otro montón de retos, tales como
asumir la melancolía y la tristeza de las situaciones que nos duelen, aquellas
que no podemos cambiar, solo aceptar. Situaciones inherentes a nuestro
contexto y a nuestra historia de vida, situaciones que tienen que ver con los
errores mismos que cometemos al vivir, entendiendo que es inevitable
equivocarse. Situaciones que tienen que ver con las faltas que cometen las
personas de quienes dependemos.
Depender es una palabra que hace parte de
nuestra humanidad, no podemos olvidar que el solo hecho de ser humanos, ya
implica el reconocimiento de ser dependientes. Tuvimos necesidad de ser
sostenidos física y emocionalmente por un alguien para poder ser adultos
independientes, por lo menos para poder caminar y buscar nuestro propio
sustento.
Con esto, deberíamos de intentar mayor
consciencia de la presencia del otro en nuestra vida (física o imaginaria),
cómo nos afecta (sus palabras, sus miradas, sus faltas, sus demandas).
Deberíamos asimismo intentar mayor consciencia de nuestra presencia en la vida
de los demás (qué aportamos, qué papel queremos jugar para el otro, cómo le
afectamos, qué rol queremos asumir en nuestros contextos).
Con lo anterior, entonces no queda más que
preguntarnos, qué nos hace sentir vivos. Más allá del debería, más allá de la
demanda del otro, reconociendo que aquellas demandas “externas” son a la vez
“internas”, ese otro que tiene voz en mí. Ese otro que he acogido en mi ser
como mi propio yo, porque a su vez
hace parte de mi construcción como persona.
Esas necesidades que buscamos satisfacer en los
demás a su vez son las nuestras, o por lo menos eso es lo que
creemos. Pero, realmente sé qué amo, qué me hace vibrar, reír o llorar,
mientras el corazón palpita fuerte, o quizá mientras el corazón se enlentece.
La pregunta por lo que voy a hacer con mi vida,
el concepto de “proyecto de vida”, entonces, vemos que es complejo cuando no
está limitado a una demanda o respuesta social, cuando no está limitado a la
satisfacción de una necesidad física o económica, cuando me olvido de los
impedimentos y carencias.
La pregunta por lo que voy a hacer con mi vida, debería preceder a la
pregunta por quién quiero ser, y esta
última, debería recordarnos el derecho y el hecho de ser sujetos de deseo. Así
como la posibilidad y la necesidad que tenemos de hacernos cargo de la angustia
que acarrea sentir-nos.
Entonces la pregunta por lo que voy a hacer con mi vida, debería conducirnos
primeramente a entender que es lo que queremos ser y por consiguiente hacer,
como dos palabras inherentes e inseparables. Teniendo presente la
característica holística de los componentes cognitivos, sociales y afectivos
que hacen parte de nuestra humanidad.
"...ser y por consiguiente hacer, como dos palabras inherentes e inseparables." - Es una conclusión hermosa a un escrito bien elaborado y poético. Una fuente de reflexión en aquello que se ha vuelto muy "piloto automático" en nuestras vidas. Gracias por compartir.
ResponderEliminarGracias por leernos. Si tienes razón eso de vivir a veces se vuelve tipo "piloto automático"
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